Por segundo año consecutivo, el Real Madrid vuelve a perder la oportunidad de conseguir la ansiada Novena Copa de Europa. Ambas veces portaba el cartel de favorito, y en las dos finales olvidó su esencia y se escondió.
Aunque sea un club de renombre como el Real Madrid, llevar tanto tiempo sin ganar la Euroliga es un arma de doble filo ante una final. O aparece un espíritu ganador, o surgen unos nervios incontrolables. En ambas finales, ante Olympiakos y Maccabi, el Madrid no supo ganar, derrochó ventajas importantes y se vio superado por las estrellas rivales: Spanoulis hace un año, y un soberbio Tyrese Rice hoy (26 puntos, 27 de valoración).
El pequeño base del Maccabi cuajó un último cuarto y una prórroga de categoría. Y eso que el '7' macabeo tuvo en sus manos el tiro para evitarla. No obstante, se llegó a ella y el Madrid, que ya dejaba ver un miedo peligroso, no compareció. Prácticamente se volatilizó: ni Mirotic, ni Rudy, ni Carroll ni un Chacho condionado por las faltas querían el balón. Y cuando sí, los tiros se quedaban cortos.
Blatt, héroe verdadero de la gesta amarilla, pasó por encima de Laso. El Madrid se hizo pequeño en Milán. El Maccabi tuvo más ganas de ganar. Y venció. Así, con la mejor plantilla de la historia, el Madrid ve como se vuelve a escapar la Novena.
La sorpresa en los quintetos iniciales la dio David Blatt alineando a Sofos Schortsanitis en las filas macabeas. Fue precisamente el enorme pívot el protagonista de los primeros minutos de la final, erigiéndose como líder de su equipo y otorgando las primeras ventajas al Maccabi (5-6 min 7).
El partido adquirió pronto un cariz defensivo evidente, plasmado en hasta los tres tapones que colocó Bourouis en el primer cuarto, o en la eficaz defensa interior de Maccabi, que obligaba al Madrid a depender excesivamente del tiro exterior, donde solo Rudy respondía con ocho puntos en los diez primeros minutos: 16-15 mandaban los blancos.
Si Rudy había sido la cabeza visible del Madrid en el primer cuarto, la de un Felipe Reyes eterno fue en el segundo. El capitán se marchó con 12 puntos al descanso con un excepcional 6/9 en tiros, más 4 rebotes. Blatt no podía parar al 9 blanco, que comandó el parcial merengue del segundo cuarto,10-0, completado con una defensa individual constante y sin fisuras. El Madrid corría, las ayudas llegaban a tiempo y los mejores hombres del Maccabi estaban siendo neutralizados. Todo parecía conducir por buen camino.
No obstante, difícilmente se decide una final en el segundo cuarto, y más con el Maccabi enfrente. Aunque fuera a base de tiros libres, los amarillos se fueron acercando en el marcador, y gracias a siete puntos seguidos de David Blu, se colocaron solo a dos al término de la primera mitad del choque: 35-33 al decanso. Intenso, rácano, pero muy interesante.
La racanería de la primera parte dejó pasó a un tercer cuarto con más ritmo, con Maccabi y Real Madrid intercambiándose canastas sin pausa. Por los blancos, apareció el MVP Sergio Rodríguez, que sostuvo el duelo con Rice, a medida que ambos conjuntos se trasladaban el mando del partido.
Blatt tenía así el partido donde quería: catalogado su equipo como inferior al Madrid, el objetivo era llegar al último periodo con opciones, y, mejor aún, con buenas sensaciones. Las que ofrecían, también, Hickman, que marcó nueve puntos solo en el tercer cuarto. Al final de éste como al descanso, dos arriba para el Real: 55-53
Fue ya en el último periodo cuando Rice dio el definitivo paso al frente y encabezó la ofensiva del Maccabi. Por contra, Sergio Rodríguez se cargaba pronto con cuatro faltas, aspecto que lastraría todo su juego posterior, incluidos los minutos extra.
En lo estrictamente deportivo, el Real Madrid solo aparecía a ráfagas, no había sensación de superioridad. El Maccabi, por su parte, tenía en sus más de 11.000 aficionados su mejor carta. Éstos, que vaya si cuentan, lograron que su equipo no se perdiera y, sobretodo, que no notará la presión tan axfixiante que significa unos minutos finales en una final de Euroliga.
A los nuestros les ocurrió todo lo contrario: nervios, fallos y precipitaciones por todos los lados. Nikola Mirotic reflejó como nadie estas sensaciones: fallaba tiros libres, amagaba tiros para no lanzar... En definitiva, no estuvo a la altura de lo que se le pide, considerado el mejor jugador de Europa.
Mientras, Rice monopolizaba los ataques israelís, con gran éxito en su mayoría. Salvo en el último, aquel que evitaba una prórroga que el Madrid había forzado a base de tiros libres.
Si el madridismo hubiera sabido lo que iba a ocurrir en la prórroga, mejor haber acabado antes, porque fue una continuación del último cuarto, de las últimas impresiones. Como dato, el Madrid no marcó una canasta en juego hasta el último minuto del tiempo extra. Fueron, por tanto, cuatro minutos de fallos y con poca claridad en ataque. Solo se forzaban personales.
Así, el Maccabi aceptaba cada nueva opción ofensiva, y Rice vivía sus mejores minutos como jugador. Él anotó todos los puntos que sentenciaron el partido, a pesar de la insistencia del Madrid en no darlo por perdido hasta el final. El palo era tan duro que no podía ser real.
Pero sí, lo era. El Maccabi levantó la Copa ante la algarabía de sus fieles. Merecido título para el equipo de David Blatt. Quiso más que el Madrid. Quiso más que un equipo que bate todos los récords pero vuelve a fallar en el momento clave. Así es la Final Four.
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