Sus miembros resaltan la "relevancia y repercusión de sus creaciones" que se caracterizan por "un juego virtuoso de materiales poco comunes, y por su innovación tecnología".
José Llado, presidente del jurado, ha calificado su arquitectura como "abiera, lúdica y orgánica" resaltandos sus dos grandes creaciones: las bodegas de Marqués de Riscal y el Museo Guggenheim de Bilbao.
Gehry se impuso en la votación final al videoartista estadounidense Bill Viola.
Con 85 años, diseñando sombreros para Lady Gaga o joyas para
Tiffany’s al tiempo que reinventa la capacidad expresiva de los rascacielos, Frank Gehry (Toronto, 1929) es
el icono de la arquitectura icónica. Premiarlo implica valorar esta disciplina
como él mismo siempre la ha defendido: como un arte por encima de cualquier
otra implicación o consecuencia. En ese sentido la decisión del jurado del Príncipe de Asturias de las Artes es o
valiente o inconsciente. Perpetuando el reconocimiento al componente plástico
-por encima de valores sociales o económicos- contrasta con la línea actual de
la arquitectura que busca contactar con la sociedad transformándose en una
disciplina más necesaria que visual.
Con todo, el talentoso autor del Museo Guggenheim de Bilbao
(1997) -posiblemente su mejor trabajo aunque la crítica norteamericana se
inclina por el posterior Auditorio Disney de Los Angeles (2003)- es hoy,
indiscutiblemente, una marca. Amigo de cantantes y actores y convertido en “el
arquitecto más importante de nuestro tiempo”, según la revista Vanity Fair -que la web Gehry Technologies cita como
referencia- el canadiense ha llegado a ser un personaje de los Simpson (un
arquitecto que veía como su auditorio se convertía en prisión) y es conocido, y
celebrado, por el gran público, algo insólito para los arquitectos vivos.
Afincado en Santa Mónica (California), donde construyó
ayudándose de materiales de ferretería su propia vivienda (1978) –un proyecto
que le reportaría fama mundial- Gehry celebró su 82 cumpleaños en Nueva York,
en el piso 76 de su Torre Spruce (2010), su primer rascacielos y, a la vez, el
primer inmueble que, aceptando la inminente densificación de los centros
urbanos, apostaba por llevar expresión a las fachadas de los edificios en
altura. ¿Qué arquitecto del mundo festejaría su cumpleaños con el cantante de
U2? Aquel 29 de febrero a sus amigos de siempre -el escultor pop Claes
Oldenburg- se unieron sus compañeros de estatus: la actriz Candice Bergen o
Bono. El arquitecto dijo entonces que levantar un rascacielos en Manhattan –“la
ciudad a la que mi padre llegó como inmigrante”- era importante para él.
A pesar de ser un proyectista sumamente osado, Gehry
arrastra una biografía de miedos. Dejó de ser Frank Owen Goldberg para convertirse
en Gehry en 1954, cuando tenía 25 años y dos hijas. Wikipedia asegura que su
primera mujer le impulsó a cambiarse el nombre. Él, más elegante, ha explicado
que lo hizo por miedo a que esas hijas de su primer matrimonio sufrieran por
ser judías el acoso que él había padecido de niño en Toronto.
Tras décadas firmando edificios cúbicos y blancos, hijos del
movimiento moderno, Gehry encontró su oportunidad transformando su casa.
Corrían los últimos años de la década de los setenta, tenía 50 años y se atrevió
a ser un arquitecto artista. Pudo serlo fracturando el espacio del Museo
Aeroespacial de Los Ángeles (1984) y colgando de esa fachada un jet para
anunciar el edificio. Por entonces llegó a Alemania para firmar el Vitra Design
Museum, su primer encargo europeo (1989). Así, cuando ese mismo año consiguió
el premio Pritzker, Gehry no había
firmado los edificios que le reportarían fama fuera del ámbito arquitectónico y
que colocarían a Bilbao entre los destinos del mundo. La ciudad española sacó
lo mejor del arquitecto, pero esa valentía tuvo una mala digestión -conocida
como efecto Guggenheim- al despertar la
envidia de los alcaldes menos imaginativos decididos a inaugurar sus propios
monumentos.
Por eso hoy, cuando algunos de sus edificios no encuentran
acuerdo a la hora de ser juzgados como los más creativos o los más torturados,
la acusación de autoparodiarse lo persigue en la prensa especializada. Los
cuerpos encorsetados del Stata Center
(2004) en Cambridge (Massachusetts) recuerdan a la Casa
Danzante (1996) que mira al Moldava en Praga. Más allá del alcance
del eco estilístico del arquitecto, el Massachusetts
Institute of Technology, MIT, lo denunció cuando el mencionado Stata Center
se agrietó y se llenó de goteras.
Así, entre encargos, reconocimiento, premios y crítica,
Gehry se ha cansado de repetir que la expresión de sus trabajos no es un
capricho sino el resultado de rigurosas investigaciones. Para investigar fundó una
empresa que calcula los volúmenes imposibles de proyectos como los suyos. Gehry
tecnologies ofrece sus servicios a quienes no se conforman con la frialdad
moderna. Se podría decir que hoy esa empresa es el laboratorio que, a finales
de los 70, fue su propia vivienda en Santa Mónica. Puede que limitar la
expresión plástica aparte de la arquitectura a talentos creativos como el de
Gehry. En cualquier caso, más allá de su efecto, el Guggenheim dejó claro que
no todo el mundo es capaz de diseñar un Guggenheim.
El acta del jurado ha reconocido la relevancia y la
repercusión de sus creaciones con las que ha definido e impulsado la
arquitectura del último medio siglo y ha destacado que sus edificios se
caracterizan por un "juego virtuoso con formas complejas, por el uso de
materiales poco comunes, como el titanio, y por su innovación tecnológica, que
ha tenido repercusión también en otras artes".
Del jurado, presidido por el empresario José Lladó, formaron
parte entre otros, la fotógrafa Ouka Leele; el director de la Academia Española
de Cine, Enrique González Macho; el director del Museo del Prado, Miguel
Zugaza; la presidenta de ABC, Catalina Luca de Tena, y el duque de Huéscar,
Carlos Fitz-James Stuart Martínez de Irujo.
El de las Artes, al igual que los otros siete premios que
concede anualmente la Fundación Príncipe de
Asturias, está dotado con una escultura de Joan Miró -símbolo
representativo del galardón-, la cantidad en metálico de 50.000 euros, un
diploma y una insignia.
El
pasado año el galardón fue para el cineasta austríaco Michael Haneke, que
se sumó así a una lista de
premiados integrada, entre otros, por Rafael Moneo, Riccardo Muti, Richard
Serra, Norman Foster, Woody Allen, Paco de Lucía, Bárbara Hendricks, Vittorio
Gassmann, Fernando Fernán Gómez, Bob Dylan, Miquel Barceló, Pedro Almodóvar,
Óscar Niemeyer, Eduardo Chillida y Luis García Berlanga.
Fuente: El País
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