
Mencionó a Undiano Mallenco como una de las causas de las derrotas de su equipo cuando él les arbitraba. Así, el momentáneo entrenador culé calentaba el Clásico más de lo debido.
Visto la totalidad del partido, la decisión del míster azulgrana no benefició al Barcelona. Sus jugadores estuvieron más atentos en protestar y presionar al colegiado que en jugar y en muchos casos encontrar su estilo de juego, hoy desaparecido, influenciado por la magnífica lectura defensiva del Madrid, que pasó muy por encima de los catalanes.
Quizá esa necesidad de recurrir al árbitro era miedo a la derrota, ya que el Barcelona se jugaba media temporada, con la Champions muy difícil, pero, eso sí, con la Liga en el bolsillo. Por tanto, si hablamos de presión, era el Madrid el que se la jugada: sin opciones de Liga y también, aunque menos, con complicaciones en Champions.
La Copa era por tanto el torneo que podía salvar la temporada a uno de los dos. Con el 1-1 de la ida y el Barcelona jugando en casa, los azulgrana eran levemente favoritos. Sin embargo, los blancos supieron jugar mejor con esa presión. Con Cristiano Ronaldo a la cabeza, encarrilaron la eliminatoria en la primera mitad y la sentenciaron en la segunda, que fue ampliamente dominada por los blancos, hasta el punto de jugar su mejor partido en años en territorio culé. Y eso vale un pase a la final de Copa, y, además, la consecuente bajada de moral para su máximo rival, y la sensación de que el Madrid está al nivel del Barça. Al menos a doble partido directo.